Babilonia

De pronto aquello por lo que te levantabas cada mañana ya no está y te empiezas a preguntar qué haces aquí. ¡Cuidado! Mucho cuidado con ese momento en el que la zanahoria desaparece y el burro se detiene. Puede sobrevenir el aburrimiento y en un intento desesperado por sacudírtelo de encima, se te puede ocurrir hacer una fiestecilla e invitar a tus amigos y a los vecinos de arriba, el matrimonio Manoscrivi. Ese es el punto de partida de Babilonia, la novela de Jasmina Reza que se adentra en lo cotidiano para dinamitarlo.

Elizabeth es una mujer francesa de clase media que a sus sesenta y dos años siente el paso de la vida y el peso de la soledad. Su hijo se ha ido de casa, su madre se acaba de morir, su trabajo no la apasiona y su matrimonio avanza sin grandes olas. Para darle un poco de vidilla a su existencia a Elizabeht se le ocurre la brillante idea de organizar una fiesta de primavera a la que invitará a amigos, familiares y los vecinos de arriba: Jean-Lino y su mujer Lydie, poco acostumbrados a este tipo de eventos sociales. Jean-Lino protagonizará un incidente torpe y desafortunado (me atrevería a decir que todos hemos vivido o presenciado una escena parecida) que lejos de quedarse en una estúpida anécdota, irá escalando hasta acabar revelando las verdades silenciadas de ese matrimonio y que acabará salpicando también a Elizabeth.

“Algo no parece marchar muy bien en mi cabeza. En la radio hablaban de la fatiga psíquica de los franceses. Al margen de la vaguedad del concepto, me gustó saber que los franceses se encontraban en el mismo estado que yo. (…) En la radio, además, se alarmaban del debilitamiento de los vínculos sociales. Neoliberalismo y globalización, esas dos calamidades, impedían crear vínculo. Yo me dije, tú creas vínculo esta noche en tu piso de Deuil-l'Alouette.”

Lo que más admiro y disfruto de la obra de Jasmina Reza es su mirada mordaz sobre lo cotidiano, y su manera de entretejerlo con lo colectivo. A sus ojos, lo normal recupera su carácter extraordinario y lo extraordinario pierde toda solemnidad. Jasmina no necesita escenarios espectaculares ni personajes míticos. A ella le basta con echar un vistazo a su alrededor: un marido falto de curiosidad, una hermana inestable, un amigo borracho, un cuñado que sólo sabe seducir, y un buen hombre, su vecino, con el que comparte una infancia odiosa y al que considera su amigo. Ese es el material del que parte: de la complejidad de lo que somos y de lo que cada cual hace con eso.

Cada vez que leo a Jasmina me da la impresión de que la tengo detrás susurrándome: “Eh, Elena, mira esto”. Y yo lo miro, vaya que si lo miro. En mi opinión la voz de Jasmina Reza es una de las más libres e incisivas del panorama contemporáneo. No sólo está viva sino que es fresca, ocurrente y pertinaz. Además, le habla a todo el mundo: sin trabas, ni rimbombancias ni pedanterías. Por otro lado aunque es francesa, sospecho que parte de su talento se nutre de la mezcla de culturas que corre por su venas: padre judío de origen ruso y madre iraní.

Jasmina Reza es la autora de las piezas teatrales “Arte” y “Un Dios Salvaje”. Como dramaturga ha recibido el Gran Premio de la Academia Francesa. Como escritora ha alumbrado ocho novelas. Por “Felices los felices” ganó el premio Le Monde.