Musas

Bajo los primeros rayos de sol,
mi musa dormía tranquila,
aún no dolía.

A media mañana
empezó a languidecer 
su luminosa estela.
A las seis de la tarde,
apenas quedaba de ella
sombra, perfume
y ausencia.  

¡Oh musas del mundo!
adolecéis, traidoras,
de las virtudes
que inspiráis en la
crédula aurora.

Cuándo aceptaré de una vez por todas
que la musa sólo es musa
si es caprichosa, huidiza.
Si vive de noche,
y muere de día.